lunes, 11 de febrero de 2013

No me arrepiento de no haber pulsado el botón,

No encuentro el mando de mi vida, lo he perdido, lo he perdido entre los cojines del sofá. Necesito rebobinar. La película avanza. Demasiado rápido. Lo pierdo. Me pierdo. 

Busco. Y busco. Y busco. Y me rindo. 
Me siento en el sofá. Cruzo los brazos. Observo a la vida pasar. 
Y río. Lloro. Sufro. 
Y cuando sufro, vuelvo a buscar el mando. Pero no está. Ya no está. 
Y vuelvo a lo mismo. Miro. Veo. Observo. 
Río. Lloro. Sufro.
Busco.
Observo.
Sufro.
Y entonces llega él. Me trae el mando. Paro la vida. Y lo miro. Y miro el mando. Miro el botón de rebobinar. Y lo miro de nuevo. Le hago un hueco en el sofá. Me acurruco a su lado. Pulso "play". 
Y la vida sigue. Y observo. Y río. Y lloro. Y sufro. A su lado. Cuando sufro acaricio el mando. Acaricio la vuelta atrás. Que permanece ahí. Tentadora. Pero no. No pulso. Sigo observando. Sigo viviendo. 
Y cuando la película se acaba, cuando ya no se puede rebobinar, no me arrepiento de no haber pulsado el botón.